Por: Víctor Antonio Carrión Arias
Resumen: En las últimas dos décadas la obra del filósofo Evald Iliénkov ha suscitado gran interés en el mundo académico, sin embargo, este interés subestima o ignora la influencia que las ideas de Vladimir Ilich Lenin ejercieron sobre Iliénkov en virtud del ambiente intelectual imperante tras el final de la Guerra Fría. En el presente artículo se examina la influencia leninista que penetra todas las posiciones filosóficas de Evald Iliénkov como exponente de la dialéctica materialista. Lenin y Evald Iliénkov en la época de la contrarrevolución mundial Nuestros tiempos son indudablemente hostiles a la figura de Vladimir Ilich Lenin, son comunes todo tipo de juicios negativos contra el revolucionario ruso. Invectivas que provienen no solo de quienes militan en alguna tendencia del anticomunismo, sino de “amigos” e ilustres académicos que se dicen marxistas. Podemos dar algunos ejemplos, Diego Guerrero afirma con gran desdén que la teoría de Lenin sobre el imperialismo y los monopolios es de lo más vulgar (GUERRERO, 2011, p. 11). Para Vadim Mezhuev el pensamiento de Lenin es una teoría que hace pasar por marxismo la tradicional apología rusa del “despotismo de Estado”(MEZHUEV, 2007, p. 27). David Bakhurst asevera que Lenin no puede ser tomado en serio como filósofo y su libro “Materialismo y empiriocriticismo”, con su “realismo simplón”, lanzó un “hechizo” que resultó nefasto para el pensamiento soviético (BAKHURST, 2018). Nos encontramos aquí con la subordinación intencional o inconsciente al torrente de los acontecimientos y a las normas de conducta impuestas por el bando triunfador de la Guerra Fría. Michael Parenti señaló que el marco ideológico anticomunista, ampliamente propagandizado en los últimos 100 años, se caracteriza por asemejarse más “una ortodoxia religiosa que a un análisis político” y por la capacidad de “transformar cualquier dato existente sobre las sociedades comunistas en evidencia hostil” (PARENTI, 2001, p. 41). Y este es un marco ideológico que afecta a personas de todo el espectro político incluyendo a izquierdistas que “se sienten obligados a establecer su credibilidad al complacer [al establishment] con una genuflexión anticomunista y antisoviética” (PARENTI, 2001, p. 43). Naturalmente, el interés en derredor de la obra del filósofo soviético Evald Vasilíevich Iliénkov (1924 – 1979) [i] no es ajeno a esta atmósfera intelectual. Bakhurst en su libro pionero “Consciousness and Revolution in Soviet Philosophy” describe la valoración que la intelectualidad de Europa Occidental, Estados Unidos y Canadá tenía del pensamiento soviético en 1991: ... la opinión prevaleciente en Occidente es que los filósofos en la Unión Soviética no produjeron nada de sustancia intelectual (BAKHURST, 1991, p. 1). La contrarrevolución triunfó, desapareció la Unión Soviética y el campo socialista, los años pasaron, sin embargo, el criterio de la academia occidental no se modificó. El 7-8 de septiembre de 1999 se realizó un simposio dedicado a la obra de Evald Iliénkov en la Universidad de Helsinki y en una de las intervenciones la cultura filosófica soviética fue calificada como “un sistema dogmático realizando, primero y ante todo, una función ideológica”, una cultural anormal “en el sentido de no corresponderse con la naturaleza del pensamiento filosófico”, de gran “pobreza intelectual” y que limitó todo desarrollo (VAN DER ZWEERDE, 2000). En otras palabras, los intelectuales occidentales miran al período soviético como una nueva era oscura, de poco o ningún valor en el campo de la ciencia o la cultura, un tiempo de barbarie. Por supuesto, existen matices. Unos ven al mundo soviético como algo uniformemente gris y mediocre, otros señalan que existieron figuras solitarias brillantes o breves períodos en que se dio algo de espacio al pensamiento independiente [ii]. Este modo de concebir la vida filosófica soviética sigue en rasgos generales la matriz creada por Józef Bochénski, eminente ideólogo de la Guerra Fría, quien escribió que los pocos que pretendían desarrollar una actitud filosófica en la URSS eran “barbara y sistemáticamente atacados y liquidados”, quedando en su lugar los mediocres que “no proponen ideas originales”, “no buscan la verdad, sino que se esfuerzan en difundir propaganda” siendo que la filosofía soviética está “simple y llanamente desprovista de todo sentido” (BOCHÉNSKI, 1963, pp. 112, 121–122). La vida y obra de Evald Iliénkov también se asimila en el marco de estas pautas de interpretación. Como lo vemos en el siguiente ejemplo: [Iliénkov] perteneció a la generación de los 60 o, más precisamente a los llamados schestidesiatniki, cuyos ideales y fines tomaron forma en el período de 'deshielo' del reinado de Jruschov, que comenzó tras el 20mo. Congreso del Partido Comunista Soviético en 1956. Los intelectuales schestidesiatnik aún creían que era posible reformar el sistema socialista, y en consecuencia la decepción fue grande cuando se volvió claro que el desarrollo de la sociedad soviética en los tiempos de Brezhnev no progresó hacia un socialismo más humano y cultural, sino que en vez de eso retrocedió hacia el estancamiento y finalmente entró en un callejón sin salida (OITTINEN, 2000, p. 17). La justificación de la importancia del pensamiento de Iliénkov se encuentra en su ligazón con el “deshielo” y su pertenencia a los sesenteros (schestidesiatniki). Cosa por demás sorprendente, ya que los sesenteros son la generación considerada como el “material humano de la contrarrevolución” (JARLAMENKO; JARLAMENKO, [s.d.]), por cuanto de sus filas salieron socialdemócratas, fanáticos liberales y restauradores del zarismo que en su conjunto son responsables por la “labor de deslegitimización del régimen soviético”, creadores y ejecutores del “proyecto antisoviético” en los años 80 y 90 (KARA-MURZA, 2009, 2014; SCHUBIN, [s.d.]). ¿Cómo es posible que un filósofo que a lo largo de su vida defendió el marxismo-leninismo y la causa comunista sea incluido en la corriente intelectual del anticomunismo soviético? El creador (o al menos uno de sus impulsores más destacados) del mito del Iliénkov sesentero es Vadim Mezhuev. En 1997, Mezhuev se atrevía únicamente a hablar del filósofo como líder del “deshielo” filosófico (MEZHUEV, 1997). Veinte años después ese pudor desaparece y en el famoso documental dirigido por Alexander Rozhkov(2017) observamos el retrato de Evald Iliénkov como el último en creer de verdad en los ideales de la revolución de octubre, una persona de grandes dotes intelectuales pero que por su incapacidad para ir más allá del marxismo “permaneció fiel al sistema y de ese modo quedó preso en una ilusión” (MEZHUEV, 1997; OITTINEN, 2000). El discípulo de Iliénkov, Lev Naumenko, se lamentó al respecto: “Jamás fue un disidente y jamás se sintió uno, porque no comprendió... Si este país estaba con la verdad y tu rompías con la Unión Soviética, con la patria, entonces es que ibas a comer y rogar ante otro país... ¡Ante los estadounidenses! No ante la verdad absoluta, sino ante la verdad de ellos. ¡Y eso era todo! No había tercera opción” (ROZHKOV, 2017). De tal forma, la tragedia de Iliénkov como marxista es que no dejó de ser marxista, “no comprendió”, no vio la “tercera opción” abierta por los sesenteros. Evald Iliénkov se negó en vida a unirse a ellos, pero en la muerte se opera la magia de su asimilación, cosa que obviamente violenta los hechos históricos. En la mitología de la epopeya contrarrevolucionaria, de quienes lucharon para destruir a la URSS, Mezhuev y otros pintan un hermoso retrato de una generación idealista y desinteresada que buscaba un “socialismo de rostro humano” y solo renegó de la revolución tras la decepción ante la intervención militar en Checoslovaquia de 1968. Sin embargo, como lo anotan Serguéi Kara-Murza, Vladimir Saprikyn y otros comentaristas contemporáneos los sesenteros nunca fueron marginales perseguidos, al contrario ocuparon cómodas posiciones en la cultura, la ciencia y el Estado en el período soviético y tras el triunfo de la contrarrevolución gozaron de prebendas aún mayores (KARA-MURZA, 2014; SAPRIKYN, 2007). La orientación política de los sesenteros era muy diferente a como la representa el mito. A mediados de los 60, mucho antes de los sucesos de 1968, el filósofo sesentero Merab Mamardaschvili le escribió a su amigo, el francés Pierre Bellefroid: “por definición el socialismo como sistema es antidemocrático”, “[t]odo despertar del pensamiento es antisocialista y anticomunista. El lenguaje totalitario y la sociedad totalitaria crean un idioma que excluye el despertar” (BELLEFROID, 2008). En tanto, el venerable padre espiritual de la Perestroika, Grigory Pomerantz, aseveró en 1967, “el pueblo es bueno, mientras está inmóvil, sin meterse en la historia... El pueblo inquieto, que se amotina, pierde su alma, se convierte en masa, arcilla en las manos de demonios” y por ello advertía a los intelectuales no dejarse seducir por el sentimiento de unidad con los millones de proletarios y campesinos, el intelectual debe ser como la estrella que ilumina en el cielo, totalmente alejada de las masas y sin raíz popular alguna (POMERANTZ, 1972). No es de extrañar que ya en 1967 el destacado pensador marxista-leninista Mijaíl Lifschitz tachó a las ideas de Pomerantz como el intento de resucitar la “fruslería kadete” en el espíritu de “Veji” [iii], acusando la reaparición de las viejas tendencias del pensamiento burgués prerrevolucionario bajo nuevas formas (LIFSCHITZ, 2018, p. 211). Y Evald Iliénkov valoró del siguiente modo la situación en el mundo intelectual de la URSS de mediados de la década de 1960, en su carta al CC del PCUS “Sobre la situación de la filosofía”: ... a medida que cae el ascendiente de la dialéctica materialista crece la influencia de otras escuelas y concepciones más abigarradas y numerosas. En las ciencias naturales está el neopositivismo, esto es la “lógica” (lógica matemática) depurada de todo aspecto cosmovisivo filosófico, interpretada de manera puramente instrumental. A medida que los naturalistas pese a todo realizan redadas en el área de los problemas sociales humanistas estos operan con mucha frecuencia con términos de la cibernética... En las ciencias humanas muy a menudo encontramos lo otro, la construcción existencialista antropológica. En parte se puede comprender como una reacción dada a la agresión matemático-cibernética, como un intento de mantener la 'irreductibilidad' del ser humano y de todos los conceptos vinculados con este frente a la 'descripción' científico natural, matemática. Lamentablemente, esta tendencia se desborda en la oposición general al 'racionalismo'... combinado con las simpatías por Soloviov y Berdiaev llegando hasta el cristianismo más abiertamente baboso... (ILIÉNKOV, [s.d.]). En los recuentos académicos se resaltan estas críticas implacables al neopositivismo en tanto se silencian sus mordaces observaciones de la “construcción existencialista antropológica” y las “simpatías por Soloviov y Berdiaev” que llegan al cristianismo baboso. E incluso se dice que Iliénkov al hablar de positivismo se refiere no a Carnap o Popper, sino al “grosero reduccionismo materialista”, el “neopositivismo del diamat” (LEVANT, 2014b), en una versión de la vida y obra de Evald Iliénkov enmarcada en el credo formulado por Bochénski y la mitología creada por la intelectualidad contrarrevolucionaria de la Rusia postsoviética. Interpretación del pensamiento de Iliénkov que se centra únicamente en sus choques con el marxismo dogmático de la época y no ve su enfrentamiento con la intelectualidad anticomunista, pues implícito en ese retrato (hombre del “deshielo” o sesentero) está la reducción de toda la historia de la filosofía en la URSS a una contraposición entre pensamiento independiente y pensamiento oficial, entre librepensadores y dogmáticos, una concepción histórica liberal burguesa completamente ajena a la dialéctica materialista. Por ello el problema de la relación entre las ideas de Iliénkov y Lenin es campo minado para los académicos occidentales. Estos usualmente reducen la cuestión a la reseña del trabajo póstumo del filósofo soviético, “La dialéctica leninista y la metafísica del positivismo” (consagrada al análisis de “Materialismo y empiriocriticismo”). David Bakhurst deplora que “incluso los marxistas soviéticos críticos encontrasen difícil descartarlo [a Materialismo y empiriocriticismo], prefiriendo si podían encontrar alguna interpretación amigable de su significado” (BAKHURST, 2018), en tanto Vesa Oittinen condena a Iliénkov por imitar el tono polémico y agresivo de la obra de Lenin (OITTINEN, 2017) [iv]. Iliénkov un filósofo leninista El objeto de la filosofía._ Evald Iliénkov y su amigo Valentín Korovikov, en las famosas tesis de 1955 que los confrontaron con la dirección de la Facultad de Filosofía de la Universidad Estatal de Moscú y provocaron su salida de esta casa de estudios, definen el objeto de la filosofía como ciencia: En su pureza y carácter abstracto las leyes de la dialéctica como categorías lógicas, como leyes del pensamiento dialéctico solo pueden ser investigadas y extraídas por la filosofía. Solo al hacer del pensamiento teórico, del proceso del conocimiento, su objeto la filosofía incluye en sí además la consideración de las características más generales del ser, y no al contrario, como se lo pinta a menudo. La filosofía es la ciencia sobre el pensamiento científico, sobre sus leyes y formas, siendo de notar que, por supuesto, la ciencia materialista considera las formas y leyes del pensamiento como analogía que se corresponde a las formas universales objetivas del desarrollo de la realidad objetiva (ILIÉNKOV; KOROVIKOV, 2019). La filosofía materialista dialéctica es la ciencia sobre el pensamiento científico y es además la “única cosmovisión científica”, pero esto no quiere decir que a la filosofía le corresponda responder a la pregunta ¿qué es el universo? “La respuesta a esta pregunta la da solo el conjunto de nuestros conocimientos. La filosofía únicamente formula las condiciones generales bajo cuya observancia es posible alcanzar el conocimiento genuino, positivo del mundo”, y “[j]ustamente tal concepción del rol de la filosofía penetra todo el libro de Lenin, 'Materialismo y empiriocriticismo'” (ILIENKOV; KOROVIKOV, 2016). Al abordar la problemática del objeto de la filosofía, Iliénkov observa que quienes definen a la filosofía como ciencia del mundo en su conjunto, no solo pretenden construir un sistema mundo especulativo, sino que recaen en el error de Mach, Pearson o Bogdánov. No en balde, Lenin sostiene una delimitación clara entre los conceptos físico y filosóficos de 'materia'. Toda la esencia de la argumentación de Lenin se orienta a demostrar que todas las categorías filosóficas, materia, tiempo, causalidad, etc., tienen sentido gnoseológico y solo gnoseológico y que todo intento de atribuir a la filosofía la pretensión de algún conocimiento de esta materia por encima del que da la física lleva primero a la confusión y a fin de cuentas al idealismo. El costo de atribuir a las categorías filosóficas algún otro sentido, aparte del gnoseológico, hace que de inmediato estas categorías cesen de ser categorías filosóficas... En Lenin encontramos de esa manera una delimitación extremadamente clara y determinada de las cuestiones sujetas a resolución filosófica, de las cuestiones que solo puede resolver la investigación positiva...(ILIENKOV; KOROVIKOV, 2016) En verdad, Lenin comprendió que al ensalzar la afirmación “el átomo se desmaterializa, la materia desaparece” los positivistas rusos creían estar en la cresta de la ola sobre los hombros de las ciencias naturales, cuando en realidad eran víctimas de su profunda incultura filosófica. “El materialismo y el idealismo difieren por la solución que aportan al problema de los orígenes de nuestro conocimiento, al problemas de las relaciones entre el conocimiento (y lo 'psíquico' en general) y el mundo físico... 'La materia desaparece': esto quiere decir que desaparecen los límites dentro de los cuales conocíamos la materia hasta ahora, y que nuestro conocimiento se profundiza; desaparecen propiedades de la materia que anteriormente nos parecían absolutas, inmutables, primarias (impenetrabilidad, inercia, masa, etc.) y que hoy se revelan como relativas, inherentes solamente a ciertos estados de la materia. Por que la única 'propiedad' de la materia con cuya admisión está ligado el materialismo filosófico, es la propiedad de ser una realidad objetiva, de existir fuera de nuestra consciencia.”(LENIN, 1967, p. 207) Iliénkov valoró de gran manera este pensamiento leninista tanto en sus tesis juveniles como en sus obras de madurez, si en 1955 advertía a quienes veían en la filosofía “la ciencia del mundo como un todo” que suplantaban el pensamiento filosófico por la generalización superficial de las ciencias naturales, en 1979 advirtió de la desviación proveniente de la “incompetencia filosófica de muchos representantes de las ciencias naturales contemporáneas” por su desconocimiento de la dialéctica materialista que lleva “a la degeneración del materialismo espontáneo de los naturalistas – su posición gnoseológica 'natural' – en las más vulgares y reaccionarias variedades del idealismo y del clericalismo” (ILIÉNKOV, 2014, pp. 160–161). A primera vista parece incompatible el que la filosofía nos dé las “leyes más generales del ser” y a la vez sea “la ciencia sobre el pensamiento científico”, pero esto solo puede surgir en una cabeza imbuida por esa pareja de baile siempre presente en la consciencia burguesa: el prejuicio neopositivista que reduce el pensamiento a las formas (verbales, matemáticas, etc.) y la concepción de la esencia como algo místico más allá de lo sensible (vieja herencia religiosa). Por ello Iliénkov aclara: La cosa trata de que las leyes del pensamiento son IDÉNTICAS a las leyes de la naturaleza por su propia esencia, por la naturaleza del propio pensamiento, por la naturaleza del propio conocimiento pensante, teórico. Idénticos en la esencia, y distintos por la forma. Y la única diferencia de estos por la forma consiste en que en el pensamiento estos se aplican CONSCIENTEMENTE, y en la naturaleza, y en la mayor parte también en la historia, se cristalizan en la realidad independientemente de cualquier consciencia, con el semblante de ciega necesidad. (ILIENKOV; KOROVIKOV, 2016) Aquí Iliénkov parte de la teoría leninista del reflejo, en toda su riqueza y profundidad. “La materia es una categoría filosófica que sirve para designar la realidad objetiva, escribe Lenin, que es dada al hombre en sus sensaciones, que es copiada, fotografiada, reflejada por nuestras sensaciones, que existe independientemente de ellas”, reflejo que se da en un proceso, “son históricamente condicionales, continúa Lenin algunas páginas más adelante, los límites de la aproximación de nuestros conocimientos a la verdad objetiva, absoluta, pero es incondicional la existencia de esta verdad, es una cosa incondicional que nos aproximamos a ella.” ¿Acaso Lenin cae, como tantas veces se le ha achacado en un punto de vista metafísico y contemplativo? En ningún caso, “la materia en movimiento y desarrollo perpetuos, que es reflejada por la consciencia humana en desarrollo... No se trata, en modo alguno, de la esencia inmutable de las cosas, ni se trata de la consciencia inmutable, sino de la correspondencia entre la consciencia que refleja la naturaleza y la naturaleza reflejada por la consciencia.” (LENIN, 1967) Son justamente estas palabras las que Iliénkov tiene en mente al señalar la identidad de las leyes del pensamiento y las leyes de la naturaleza, tesis que parte del principio gnoseológico materialista tal y como lo expone Lenin: Esto es el MATERIALISMO en lógica, que todas las leyes y formas del pensamiento sin excepción no son otra cosa más que leyes universales de la objetividad, asimiladas por el sujeto y que llegan a ser leyes y formas también del mundo subjetivo, formas de la actividad del sujeto del conocimiento teórico. (ILIENKOV; KOROVIKOV, 2016) De tal forma, la filosofía como ciencia que estudia las leyes del pensamiento científico coincide y nos da las leyes más universales del ser, de la historia y de la naturaleza, que son formas necesarias de la subjetividad y de la actividad humana justamente debido a la materialidad, objetividad del mundo. “La lógica como teoría filosófica del conocimiento es definida por Lenin, siguiendo a Marx y Engels, como la ciencia de aquellas regularidades universales (necesaria e independientemente tanto de la voluntad del hombre como de su consciencia), a las cuales se subordina objetivamente el desarrollo de todo el conocimiento conjunto de la humanidad. Estas regularidades son entendidas como las leyes objetivas del desarrollo del mundo material, tanto del mundo natural como del mundo sociohistórico, de la realidad objetiva en general, y son reflejadas en la consciencia de la humanidad y verificadas por miles de años de práctica humana.” (ILIÉNKOV, 2014, p. 82) Tesis leninista que Iliénkov toma de los “Cuadernos Filosóficos”: la filosofía es la ciencia del pensamiento, de lo universal, “del desarrollo de todo el contenido concreto del mundo y de su cognición, o sea, la suma total, la conclusión de la historia del conocimiento del mundo.” Esta historia es obviamente el conjunto de la práctica humana, de su interacción con la naturaleza y consigo misma, “la práctica del hombre, que se repite mil millones de veces, se consolida en la consciencia del hombre por medio de figuras de la lógica. Precisamente (y sólo) debido a esta repetición de mil millones de veces, estas figuras tienen la estabilidad de un prejuicio, un carácter axiomático.” (LENIN, 1974) Lenin: el análisis concreto como corazón de la dialéctica._ en Iliénkov el abordaje teórico marxista supone la reproducción de la totalidad (objeto de estudio) en su carácter concreto, esto es “la caracterización del objeto como un todo único, coherente en todas sus múltiples manifestaciones, como 'sistema orgánico' de fenómenos interdependientes los unos de los otros en antítesis a la noción metafísica acerca de estos, como un agregado mecánico de inalterables partes integrantes, vinculadas entre sí solo de manera externa, más o menos fortuita”(ILIÉNKOV, 2016). Esto en plena concordancia con los criterios de Marx, Engels y Lenin, tal y como lo constatamos en la obra temprana de este último “Quiénes son los 'amigos del pueblo'...”, ya que para el joven Lenin el gran mérito de “El Capital” de Marx está en que “mostró al lector toda la formación social capitalista como organismo vivo... Marx puso fin a la concepción que se tenía de que la sociedad es un conglomerado mecánico de individuos...” (LENIN, 1981a), siendo esta no una cuestión secundaria, sino el rasgo esencial del método dialéctico materialista: Marx y Engels llamaban método dialéctico – por oposición al metafísico –, sencillamente al método científico en sociología, consistente en que la sociedad es considerada un organismo vivo en constante desarrollo (y no algo mecánicamente cohesionado y que, por lo mismo, permite toda clase de combinaciones arbitrarias de elementos aislados), para cuyo estudio es necesario hacer un análisis objetivo de las relaciones de producción, que constituyen una formación social determinada, e investigar las leyes de su funcionamiento y desarrollo (LENIN, 1981a). Para Lenin comprender algo según el método dialéctico es comprenderlo en su carácter concreto, en contraposición al modo metafísico que solo acumula nociones abstractas. Muy ilustrativa al respecto es la crítica de Lenin a Sismondi y al romanticismo económico en general por la forma en como este toma la pequeña producción para elevarla a organización social y oponerla al capitalismo, “tal oposición, escribe Lenin, no encierra en sí otra cosa que una comprensión extremadamente superficial... es aislar de manera artificiosa y equivocada una forma de economía mercantil (el gran capital industrial) y condenarla, idealizando utópicamente otra forma de la misma economía mercantil (la pequeña producción). En esto mismo está el mal de los románticos europeos de comienzos del siglo XIX, así como de los románticos rusos de fines del siglo XIX: en que se inventan cierta pequeña producción abstracta, situada al margen de las relaciones sociales de producción...” (LENIN, 1981b). Según Lenin pensar abstractamente equivale a aislar un hecho, cortarlo de sus lazos vivos, y ligarlo de modo arbitrario con hechos y cosas que no tienen relación entre sí, a diferencia de la comprensión concreta, el concepto: El concepto de un fenómeno en general está presente solo allí, en donde este fenómeno es entendido no de forma abstracta (esto es, no se tiene consciencia de él simplemente como un fenómeno que se vuelve a repetir una y otra vez), sino de modo concreto, es decir, desde el punto de vista de su lugar y rol en un sistema definido de fenómenos en interacción, en un sistema que constituye un cierto todo coherente. Un concepto existe allí, donde se toma consciencia de lo individual y lo particular no simplemente como lo individual y lo particular (aunque estos se repitan una y otra vez) sino por medio de sus vínculos mutuos, por medio de lo universal, entendido como expresión del principio de estos vínculos (ILIÉNKOV, 2016). Por eso Iliénkov considera que Lenin siempre “defendió categóricamente los criterios desarrollados por Marx y Engels”, no solo en sus escritos filosóficos, sino en todas las ocasiones en que lidió con problemas sociales, económicos y políticos. “En este sentido, asevera Iliénkov, lo 'abstracto' siempre fue para Lenin sinónimo de frases alejadas de la vida, sinónimo de la creación formal de palabras, de determinaciones hueras y falaces que en realidad no se corresponden con ningún hecho definido. Y a la inversa, Lenin siempre insistió en la tesis del carácter concreto de la verdad, del carácter concreto de los conceptos en los que se expresa la realidad, en la ligazón indisoluble de la palabra con el hecho, pues, además, solo esta ligazón garantiza una verdadera síntesis racional de lo abstracto con lo concreto, de lo universal con lo singular y lo individual” (ILIÉNKOV, 2016). En “El problema agrario y los 'críticos de Marx'”, Lenin hace gala justamente de esta concepción dialéctica de lo abstracto y lo concreto destacada por Iliénkov. En un pasaje dedicado a las falencias de la teoría del desarrollo agrario de Bulgákov (marxista legal transformado en liberal kadete) y sus ataques al marxismo basados en la “ley de la fertilidad decreciente del suelo” según la cual en tiempos primitivos era más fácil obtener productos del suelo y ahora es muy trabajoso y difícil en virtud de una tendencia ineluctable, Lenin señala con justeza que esta argumentación considera la productividad agrícola como algo puramente dependiente de la naturaleza, y es por lo tanto “la más vacía de las abstracciones, que olvida lo principal: el grado de desarrollo técnico, el nivel de las fuerzas productivas”, añadiendo unas líneas más adelante: Por eso, la 'ley de la fertilidad decreciente del suelo' no rige en ningún caso cuando la técnica progresa y cuando los métodos de producción se transforman; solo rige, y de manera muy relativa y restringida, cuando la técnica permanece invariable. He ahí por qué Marx y los marxistas no hablan de esta 'ley', en tanto que sólo la proclaman a gritos los representantes de la ciencia burguesa, como Brentano, incapaces de librarse de los prejuicios de la vieja economía política, con sus leyes abstractas, eternas y naturales (LENIN, 1981c). El razonamiento a lo Bulgákov olvida que “[n]o aumentó la dificultad para producir alimentos, sino la dificultad del obrero para obtenerlos...” y “[e]xplicar la creciente dificultad que enfrenta el obrero para poder vivir con el argumento de que la naturaleza disminuye sus dones significa convertirse en apologista de la burguesía” (LENIN, 1981c). Lenin expone como Bulgákov al renegar del marxismo cayó en los tópicos de la economía burguesa vulgar que aísla los hechos, los liga de modo arbitrario y los generaliza para confeccionar “leyes abstractas, eternas y naturales”. Estas leyes son abstractas porque no se corresponden con un hecho definido, desgajan aspectos de la realidad y los convierten en un absoluto extirpándolos de los vínculos vivos en que realmente existen creando una imagen muerta, estática, no histórica. Quienes desean hacer pasar fenómenos de carácter histórico social como si fuesen leyes eternas de la naturaleza son profetas de la reacción y enarbolan un punto de vista abstracto, y en relación a esto Evald Iliénkov siempre consideró muy importante señalar la diferencia entre el conocimiento auténtico (concreto) y su sucedáneo, “el sistema de frases sobre el objeto, estudiado sin relacionarse con este último o vinculado a este de una forma ilusoria, precaria y que fácilmente se le desgarra” (ILIÉNKOV, 2017), ya que para el filósofo soviético los peores enemigos de la dialéctica, de la ciencia y de la educación comunista eran precisamente todos aquellos que reemplazaban voluntaria o involuntariamente la verdad objetiva por el lenguaje, suplantando el objeto por el conjunto de signos o, peor aún, por las frases. En este punto, Iliénkov se nutre de la contraposición entre dialéctica auténtica y conjunto de frases que se pretende hacer pasar por dialéctica, retomando el centro de la polémica de Lenin contra los “comunistas de izquierda”, ya que estos últimos encubrían la inexactitud pueril con una apariencia científica, con frases y lemas revolucionarios que se enarbolaban sin tomar en cuenta la correlación de fuerzas, por ello, la crítica leninista ve en el izquierdismo como enfermedad infantil del comunismo no solo un error político, sino también un marxismo puramente verbal y abstracto (LENIN, 1986). *** La obra de Evald Iliénkov suscitó gran interés en las dos últimas décadas aunque el marxismo académico suele ignorar o subestimar la importancia de la influencia de Lenin en el pensamiento de Iliénkov. Esto en concordancia con el ambiente hostil para con el líder bolchevique que impera desde el final de la Guerra Fría. Sin embargo, tal posición va a contrapelo de la médula del pensamiento de Iliénkov, pues toda consideración seria de su legado filosófico descubrirá en él a un leninista consecuente, siempre y cuando recordemos la recomendación del propio Lenin. La verdadera dialéctica no justifica los errores personales, sino que estudia los virajes inevitables, demostrando su inevitabilidad con el estudio más detallado del desarrollo en todos los aspectos concretos. El principio fundamental de la dialéctica es: no hay verdad abstracta, la verdad es siempre concreta... (LENIN, 1982) Notas: i Combatiente en la Segunda Guerra Mundial. Estudió filosofía en la Universidad Estatal de Moscú de la que se graduó en 1953. Fue militante del Partido Comunista desde 1950. Trabajó en el Instituto de Filosofía de la Academia de Ciencias de la URSS, dejando tras de sí un amplío legado que abarca la filosofía, economía, psicología, pedagogía y crítica estética (TOLSTIJ, 2009, pp. 424–425). ii Un interesante ejemplo de esto lo encontramos en un artículo de Alex Levant que intenta construir una genealogía que liga al llamado “marxismo creativo soviético” con el “marxismo occidental” con el fin de unificarlos en un frente común en contra del temible “diamat” (LEVANT, 2014a, p. 187). iii Ver el artículo de Lenin “Sobre Veji”(LENIN, 1983) . iv Esta ponencia de Vesa Oittinen es particularmente interesante ya que replica varios de los argumentos utilizados por Józef Bochénski, este último dedicó un parágrafo de su libro a denostar la “actitud polémica y agresiva” y también consideró a Lenin un demagogo revolucionario que carecía de escrúpulos éticos (BOCHÉNSKI, 1963). Oittinen no es tan explícito y burdo como Bochénski, pero su interpretación de la dialéctica de Lenin no va muy lejos de este, pues retrata al líder bolchevique como alguien guiado por consideraciones puramente pragmáticas, poco preocupado por la tendencia teórica y que en realidad no tenía real conocimiento de la dialéctica filosófica (OITTINEN, 2017). Bibliografía: BAKHURST, David. Consciousness and Revolution in Soviet Philosophy. From the Bolsheviks to Evald Ilyenkov. Cambridge: Cambridge University Press, 1991. BAKHURST, David. On Lenin’s Materialism and empiriocriticism. Studies in East European Thought, [S. l.], n. 70, p. 107–119, 2018. DOI: https://doi.org/10.1007/s11212-018-9303-7. Disponível em: https://cpb-us-w2.wpmucdn.com/voices.uchicago.edu/dist/6/1013/files/2018/12/Bakhurst2018_Article_OnLeninSMaterialismAndEmpirioc-28iw1nm.pdf. BELLEFROID, Pierre. Prazhskie gody. 2008. Disponível em: https://www.mamardashvili.com/ru/merab-mamardashvili/pamyati-m.m/per-belfrua/prazhskie-gody. Acesso em: 11 jun. 2020. BOCHÉNSKI, Józef. Soviet Russian Dialectical Materialism. Dordrecht: D. Reidel Publishing Company, 1963. GUERRERO, Diego. Competencia y monopolio en el capitalismo globalizado. 2011. Disponível em: https://marxismocritico.files.wordpress.com/2011/11/competencia_y_monopolio_en_el_capitalismo_globalizado.pdf. Acesso em: 7 jun. 2020. ILIÉNKOV, E. V. O polozhenii s filosofiej. [s.d.]. Disponível em: http://caute.ru/ilyenkov/texts/epis/ckp.html. Acesso em: 9 jun. 2020. ILIENKOV, E. V.; KOROVIKOV, V. Stracti po tezisam o predmete filosofii 1954-55 gg. 1ra. ed. Moscú: Kanon+, 2016. ILIÉNKOV, E. V.; KOROVIKOV, V. Tesis sobre la cuestión de la correlación de la filosofía y el conocimiento de la naturaleza y la sociedad en el proceso de su desarrollo histórico. Quito: EDITHOR, 2019. 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1 Comentario
Por: I.V. Davidov
Traducido por Víctor Carrión ... A mediados de los años 60 tras la publicación de una serie de artículos, Lifschitz sería estigmatizado como ortodoxo y retrogrado. A esta valoración también se unirían burócratas de la cultura que mudaban de color (A. Dimschitz, M. Jrapchenko). Como resultado sería olvidado por largos años, su nombre era silenciado o se lo repetía de modo acusatorio. Con todo es necesario recalcar que los criterios de M.A. Lisfchitz, criticados en tiempos distintos desde posiciones totalmente contrapuestas, jamás cambiaron. Sus propios críticos, que se unieron a mediados de los años 60, cambiaron sus puntos de vista y en la Perestroika empezaron a aniquilar a la Unión Soviética desde posiciones democráticas, y ya en nuestra época se pasaron a posiciones liberales-mercantilistas y conservadoras-proteccionistas. Se puede considerar el principal logro práctico de M.A. Lifschitz la victoria en los años 30 sobre el positivismo, que se hacía pasar por marxismo, y el retorno a la dialéctica. Su logro teórico es el descubrimiento del problema fundamental del siglo XX; la revuelta individual irracional que resulta ser el segundo puntal del capitalismo junto con el conservadurismo proteccionista, y la creación de la ontognoseología, la “teoría de la identidad” fundamentada en el método de diferenciación (distinguo) es la concreción infinita gracias a la cual se puede, por ejemplo, refutar la teoría del totalitarismo de H. Arendt que aproxima el comunismo con el fascismo. “Distinguo es lo mismo que la deducción del diferencial que da un carácter más concreto que diferencia convergencias, paquetes de significado: dónde, cuándo, quién, cuál, cómo, etc... En esta diferenciación incesante e infinita, distinguo se reitera continuamente a un nuevo nivel. En esto consiste el movimiento progresivo en un sentido absoluto, progreso... Este se realiza en el desarrollo convencional y consiste en la diferenciación continuamente infinita que no simplemente da un distinguo más determinado, sino que también consiste en sí en la elevación de las normas”1. En lo que concierne a la revuelta individual integral irracional, en la actualidad pueden servir de ejemplos de esto el arte contemporáneo, en particular el teatro, la ideología del anarcoliberalismo que se hace pasar por progreso e izquierdismo. De hecho, esta es parte de lo dominante, como hace cien años atrás, el consenso liberal-conservador (discurso) en el que el rol de conservadores-proteccionistas lo juegan los ortodoxos y estatalistas (V. Chaplin, M. Leotiev, E. Fedorov, E. Misulin, etc.) que hablan sobre tradiciones y moral, y los liberales-revoltosos, los activistas del arte contemporáneo, periodistas liberales y los “expertos” y funcionarios “ilustrados” que les son indulgentes (M. Guelman, K. Serebrennikov, K. Bogomolov, D. Dondurey, A. Arjanguelskij, S. Kapkov, V. Surkov). En este caso la contraposición en cuestión es ilusoria, expresada solo en palabras, pero de hecho ambos lados conviven pacíficamente y están prestos a considerarse mutuamente socios de pleno valor (ejemplo; V. Chaplin que invitó a su templo a una exposición del arte contemporáneo, y también A. Arjanguelskij que continuamente invita a ambos lados en su transmisión televisiva “Esos tiempos” para la reconciliación en el marco del consenso antes mencionado). El objetivo de todo es la interdicción de la revolución, abstracción de las contradicciones sociales y clasistas y la defensa del mercado. La revuelta anarcoliberal en todo esto es ese complemento obligatorio al capitalismo, como la oscuridad para la luz. Ya que, como escribió K. Marx, “solo el hurto puede aún salvar a la propiedad, el perjurio a la religión, el hijo bastardo a la familia, el desorden al orden”2. Justamente por eso M. Lifschitz llamó a esta revuelta de integral. Él escribió que la revuelta y la revolución no son uno y lo mismo, que lo progresivo por la forma puede conducir a la regresión por la esencia. Tras 1968 en Europa y en años recientes entre nosotros, la burguesía para preservar su predominio hizo la apuesta justamente sobre la base de esta revuelta presuntamente progresista. A propósito de esto M. Lifschitz escribió: “En nuestros días, no es posible negar la ausencia del elemento revoltoso en las ideologías más reaccionarias. Esta dislocación espiritual responde a cambios reales de las condiciones históricas. Al capitalismo actual con su nuevo burocratismo le acompaña en calidad de reverso no el simple juego de intereses parciales, sino la lucha ominosa por un lugar bajo el sol, la hipocresía moral ligeramente camuflada.”3 “En ligazón con estos cambios del capitalismo, su vieja ideología dominante se hundió en el caos de las representaciones irracionales. Los lugares principales en ésta lo ocuparon las ideas que antes pertenecían al anarquismo”4. Esa libertad que produjo esa revuelta es de hecho ilusoria. En realidad esta es solo el fantasma de la libertad. Esto podemos observarlo en el ejemplo de la Europa de hoy en la que es posible expresarte a sí mismo como quieras, dormir con quien quieras, pero con todo esto no es posible alterar la base del orden económico-social. Y la élite burguesa que domina acuerda que es mejor reconciliarse con la criminalidad, todo tipo de anarquía, solo no tiene que tocarse el “sagrado principio de la libertad” entendida como independencia de la persona privada de los intereses sociales. Allí la legitimidad de los políticos se basa en esto. Entre nosotros esa legitimidad se basa en aplastar esta revuelta. En todo esto, tanto allí como aquí el discurso oficial se presenta en derredor de los problemas de la moral, sin observar cuestiones socioeconómicas (es decir, la prohibición de la resolución del matrimonio del mismo sexo, cuestiones en relación a la religión, apariencia externa, en el mejor de los casos ecología, y no los mecanismos básicos de la economía capitalista y las normas sociales). 1 Lifschitz, Mij.: Chto takoie klassika?, Moscú, 2004, p. 87 [en ruso]. 2 Citado por Lifschitz, Mij.: El arte y la ideología, EDITHOR, Quito, 2018. 3 Lifschitz, Mij.: Obras Escogidas, tomo 3, Moscú, p. 250 [en ruso]. 4 Ídem, p. 250. |