Por Arnaud Spire
16 de noviembre de 2005 (Traducción de Víctor Carrión Arias) [...] La aparición de un nuevo concepto como el de “liberalismo libertario” es un evento en el pensamiento. Pero el proceso por el que el mundo universitario lo valida o no como suyo es de larga duración. Michel Clouscard fue el primero en haber empleado el término “liberal (por tanto libertario)” en su libro Neofascismo e ideología del deseo en 1973. Reveló sus raíces filosóficas profundas en El Ser y el Código (1973), proceso de producción de un conjunto precapitalista. Allí, diferencia a los ideólogos estructuralistas de la época, propone un conjunto lógico-histórico que, sin excluir el marxismo, captura la cotidianidad y el lenguaje de todos para tener éxito, como escribió Sartre a propósito de esta obra, que en ella “la historia se revela de modo concreto por lo que ella es, una totalización en curso”. El evento inicial de esta “crítica” reeditado de modo valiente en una versión actualizada por los jóvenes de Éditions Delga, se sitúa en mayo 1968. La revuelta estudiantil, amplificada por la dilatada huelga obrera fue considerada por el autor como el caballo de Troya del liberalismo libertario. Tesis sorprendente en el momento, pero comprensible en nuestros días si se ha observado en que se han convertido los pseudo- “héroes” estudiantiles y sus lemas reutilizados sin vergüenza alguna por el “mercadeo” moderno. El espíritu sesenta y ochero en sí ha penetrado la “gerencia” de las empresas. Se puede decir en retrospectiva que esos eventos están en el origen de la contrarrevolución más perfeccionada. Esto no significa, claro está, que Michel Clouscard alguna vez haya considerado despreciables los innegables avances sociales obtenidos por el movimiento. Pero la articulación interna en el capitalismo de la ideología libertaria entonces marginal y de la estructura liberal de sociedad se fortaleció de manera duradera. Sin embargo, es en mayo de 1968 que se jugó el gran sociodrama necesario para el desbloqueo de los mercados del deseo, algo urgente por la crisis comercial del capitalismo y el piso alcanzado ya entonces por baja tendencial de la tasa de ganancia. El poder capitalista y el discurso libertario son de aquí en adelante los dos polos del pensamiento liberal contemporáneo. El primero domina, el segundo asegura esta dominación: “Con el libertario, el liberalismo cumple su concepto” (p. 230). Al contrario de lo que sugiere la euforia eufónica, el liberalismo libertario no libera a la persona. Es una estrategia que permite el engendramiento recíproco de lo permisivo y lo represivo, permisivo para el consumidor, si tiene los medios, y represivo en todos los casos para el productor. El devenir de la expresión no camufla bien el tránsito imposible de la sociedad de la producción a la sociedad del consumo en el cuadro del capitalismo. [...]
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