Por Víktor Shapinov
Traducido por Víctor Carrión M.A. Lifschitz, hablando en sus propias palabras, dichas acerca de E.V. Iliénkov, “no buscó la comodidad interna” en sus obras sobre estética marxista. Probablemente, en ligazón con esta negativa es que jugando al ganapierde con los burócratas de la cultura las ideas de M.A. Lifschitz resultaron ser prácticamente desconocidas para la amplía opinión pública. La primera ocasión, estas ideas fueron pisoteadas a fondo por los secuaces de la uniformidad dogmática de finales de los años 30, por “elevar a un trono a Nietzsche y Spengler”, “prédica de una cosmovisión reaccionaria”, “rechazo del análisis de clase”, etc. En una segunda ocasión, M.A. Lifschitz sería entregado a la anatema ya en los años 60, pero esta vez por parte de la intelliguentsia liberal (entre los que, por lo demás, se encontraban no pocos marxistas “certificados en notaria” de los años 30) con los formulismos: “dogmático”, “conservador” e incluso “arcipreste Avvakúm1 de la nueva estética de los viejos creyentes” (Liev Kópeliov) y “marxista fósil” (A.S. Solzhenitzin). Como resultado, no fue reclamada una corriente de pensamiento que por su potencial de ideas, su paradigma, no cede en nada a la hoy todavía popular Escuela de Frankfurt. Pareciera que la solución del problema de un fenómeno tan complejo de la cultura espiritual como es el modernismo, propuesta por M.A. Lifschitz en los trabajos publicados, no ha perdido su actualidad. Schelling una vez dijo que la arquitectura es música petrificada. Parafraseando sus palabras, es posible decir que la creación de los adeptos del modernismo es filosofía petrificada. Filosofía que celebró el giro en el desarrollo de la ideología burguesa del siglo XX que se expresa en la negación de la verdad objetiva, la huida de la reivindicación de la razón, la sustitución de la racionalidad por el juego de las fuerzas vitales, el culto al salvajismo voluntario. En el arte del modernismo el giro en cuestión lo encontramos en la negación de la tradición realista, en la negación del dictado de la realidad en provecho tal o cual variedad de visiones y estilos subjetivos. M.A. Lifschitz fundamentó su crítica del modernismo en la contraposición con la tradición clásica, cuya continuación sujeta a ley es el marxismo. La creación de M.A. Lifschitz es la profundización de la teoría leninista del reflejo, su aplicación concreta a las grandes figuras y fenómenos del desarrollo cultural de la humanidad. En las grandes creaciones de los representantes de la cultura tradicional M.A. Lifschitz sigue el movimiento de la verdad objetiva, intentando descubrir las pizcas de lo absoluto incluso en los errores de los activistas de la cultura de la civilización clasista. Justamente esto contrapone su posición a la de las distintas escuelas y tendencias (de los sociólogos vulgares de los años 30 a los eclécticos liberales de los años 60-70) que presentan la historia del espíritu humano como la alternancia de culturas, ideologías o sistemas de símbolos cerrados en sí mismos. En contra de este género de hermetismo y limitación de la consciencia, M.A. Lifschitz adujo el principio de la consciencia consciente, su responsabilidad. Esperamos que las experiencias de tal aplicación de la teoría del reflejo sean de interés para todos a quienes les interesa la filosofía del marxismo, o incluso a todos a los que no les es indiferente la historia del desarrollo cultural de la humanidad. M.A. Lifschitz no era un político en el sentido estricto de esta palabra, pero su trabajo está penetrado de la idea de la lucha contra la enfermedad (infantil y a menudo para nada infantil) que acompaña los movimientos más masivos del siglo pasado: el desenfreno del elemento pequeñoburgués, el cesarismo revolucionarios, las desviaciones ultraizquierdistas que siempre acompañan a los excesos derechistas, etc. M.A. Lifschitz prescribe en calidad de panacea contra estos monstruos, un solo remedio: el más amplío desarrollo de la democracia socialista. Este aspecto de las ideas de M.A. Lifschitz debe, sin condiciones, ser de actualidad para la izquierda contemporánea que se afana por sacar lecciones de la historia reciente. 1 Arcipreste Avvakúm: líder de los “viejos creyentes” que se opusieron entre 1656-1682 a la reforma de Nikon. Seguidores de una moralidad estricta, ascética y una interpretación rígida del dogma ortodoxo.
1 Comentario
Por Ilya Smirnov
Traducido por Víctor Carrión Mijaíl Lifschitz no definió al “modernismo” a través de la forma o el estilo (noten que respecto de los iconos rusos antiguos que no se llamarían “realistas” en la concepción usual, él habló con la mayor deferencia), él dio una definición por la esencia, tomó como punto de partida la “escena de la tentación de Adrian Leverkühn” en Thomas Mann: “florecen las llamas satánicas de las flores ponzoñosas del mal. Aquí, si no hay engaño, están todos los lugares comunes de la consciencia burguesa moderna en su seductora desnudez; y la pluralidad de intelectos, y el 'historicismo' demoníaco que se convierte en negación plena de la verdad objetiva, y la ineluctabilidad de la destrucción como principio creativo, y la mixtura de ideas místico reaccionarias con el espíritu innovador ultraizquierdista, y la supremacía de la insolente irracionalidad sobre el cadáver de lo lógico, y el regreso no a lo bello, sino a lo más burdamente primitivo como si fuese alta cultura, y también la igualdad de enfermedad y salud con cierta supremacía de lo primero. En una palabra, todos los nuevos descubrimientos de nuestros provincianos que se acomodan al traje de moda del día de ayer.”1 Ahora ya, es posible, que sea de anteayer y no un traje de moda, sino más bien el uniforme de la melancolía, único para todo el mundo, pero eso no hace la cosa más sencilla. El sucedáneo del arte, según Lifschitz, tiene raíces profundas en la economía del capital ficticio, parasitario2 y “en el propio desarrollo de la consciencia humana”3. “... un extraño pensamiento, su tarea no es crear un espejo del mundo, sino una realidad autónoma. Empezando con el cubismo, todas las tendencias modernistas se atribuyen el crédito de descubrir al cuadro como algo independiente de la naturaleza, que no reitera a su objeto particular.”4 “Aquí habla con nosotros no la naturaleza, sino solo la historia del estilo. El propio arte viene a ser medio externo, un código propio para expresión de objetivos ajenos.”5 Pero de la “negación de la verdad objetiva” inevitablemente se alza la “la estética del hipnotismo, la sugestión”...6 ¿Comprendido? Lo explico. Si no existen criterios objetivos de que es bueno, que es malo, significa que bueno será eso que ordene (y compre) se considere así. La ropa del rey desnudo. “... de allí al arte de desperdicios... no se va por un sendero estrecho y sinuoso, sino por una gran ruta automovilística”7. A través del modernismo al postmodernismo. “... el pensamiento reaccionario encontró una nueva forma de justificar su dominio iniciando con los tiempos de Nietzsche... La principal tendencia... fue la negación de las normas objetivas de lo verdadero, lo moral y lo bello, destacando los lados negativos, destructivos del neuma humano...”8 La revuelta contra la razón, la liberación de la consciencia de todas las restricciones9. “La prostitución espiritual contemporánea consiste justamente en dar la vuelta a los cánones y dogmas de la ideología burguesa. El mezquino de hoy ya no cree más en la belleza imperecedera de la Venus de Milo y del Apolo de Belvedere. Él repite la banalidad del relativismo ordinario que asevera que no existe verdad objetiva, que todas las épocas y estilos son igual de buenos, que incluso la deformidad tiene primacía ante la belleza, por ser más 'provocativa'...”10 Como si hubiera sido escrito ayer y no 40 años atrás. Lo principal es que el autor no se encierra en el ámbito del estudio del arte, él manifestó interesantes consideraciones, por ejemplo, sobre la naturaleza del fascismo, al tiempo de desmentir “la leyenda sobre el vínculo sujeto a leyes entre el fascismo y las formas reales de representación de la vida”11 y en general su concepción es de amplía aplicación. Como ustedes saben yo reseño las novedades de la literatura histórica. Y el peor infortunio es, de todos modos, la “negación de la verdad objetiva”, la sustitución de la ciencia, es decir del sistema de conocimientos reales, por la “hermeneútica fenomenológica”, “mentalismo” o el simple oscurantismo. En la formulación de Lifschitz esto sería “salvajismo artificial”. Comprenden, ¿en qué se diferencia del presente? El niño es encantador en su naturalidad, pero el tiíto adulto que cae en el infantilismo necesita una cura. Noten que Lifschitz valoró desde esa misma posición “lo postizo”12 semejante a la vida. De allí es comprensible, porque sus criterios, a guisa de plenamente marxistas, no se insertaron en la ideología oficial. Por otra parte, la ciencia en general se entiende mal con la ideología. Y en cuanto el autor del libro fue justamente un investigador, no están obligados a concordar con él, yo personalmente no concuerdo con toda una serie de valoraciones concretas, así como con ciertas conclusiones generales, por ejemplo, con la aplicación del concepto “burgués”. El propio término “modernismo”; él, por supuesto, lo deja bien establecido, pero no me parece exitoso, ya que, como el propio autor lo demuestra, el problema no está en lo nuevo o lo viejo, sino en lo auténtico y el sucedáneo. Existe espacio para la discusión. Lo importante es que libro da un determinado nivel de discusión sobre el arte. 1 Lifschitz, Mij.: El arte y la ideología, EDITHOR, Quito, p. 175. 2 Lifschitz, Mij.: Op. cit., pp. 74-82. 3 Lifschitz, Mij.: Op. cit., p. 83. 4 Lifschitz, Mij.: Op. cit., p. 97. 5 Lifschitz, Mij.: Pochemu Ya nie modernist?, Iskusstvo – XXI Vek, 2009, p. 257. 6 Lifschitz, Mij.: El arte y la ideología, EDITHOR, Quito, p. 95. 7 Lifschitz, Mij.: Op. cit., p. 95. 8 Lifschitz, Mij.: Op. cit., p. 117. 9 Lifschitz, Mij.: Pochemu Ya nie modernist?, Iskusstvo – XXI Vek, 2009, p. 243. 10 Lifschitz, Mij.: El arte y la ideología, EDITHOR, Quito, p. 117. 11 Lifschitz, Mij.: Pochemu Ya nie modernist?, Iskusstvo – XXI Vek, 2009, p. 290. 12 Lifschitz, Mij.: Pochemu Ya nie modernist?, Iskusstvo – XXI Vek, 2009, p. 190. Por: I.V. Davidov
Traducido por Víctor Carrión ... A mediados de los años 60 tras la publicación de una serie de artículos, Lifschitz sería estigmatizado como ortodoxo y retrogrado. A esta valoración también se unirían burócratas de la cultura que mudaban de color (A. Dimschitz, M. Jrapchenko). Como resultado sería olvidado por largos años, su nombre era silenciado o se lo repetía de modo acusatorio. Con todo es necesario recalcar que los criterios de M.A. Lisfchitz, criticados en tiempos distintos desde posiciones totalmente contrapuestas, jamás cambiaron. Sus propios críticos, que se unieron a mediados de los años 60, cambiaron sus puntos de vista y en la Perestroika empezaron a aniquilar a la Unión Soviética desde posiciones democráticas, y ya en nuestra época se pasaron a posiciones liberales-mercantilistas y conservadoras-proteccionistas. Se puede considerar el principal logro práctico de M.A. Lifschitz la victoria en los años 30 sobre el positivismo, que se hacía pasar por marxismo, y el retorno a la dialéctica. Su logro teórico es el descubrimiento del problema fundamental del siglo XX; la revuelta individual irracional que resulta ser el segundo puntal del capitalismo junto con el conservadurismo proteccionista, y la creación de la ontognoseología, la “teoría de la identidad” fundamentada en el método de diferenciación (distinguo) es la concreción infinita gracias a la cual se puede, por ejemplo, refutar la teoría del totalitarismo de H. Arendt que aproxima el comunismo con el fascismo. “Distinguo es lo mismo que la deducción del diferencial que da un carácter más concreto que diferencia convergencias, paquetes de significado: dónde, cuándo, quién, cuál, cómo, etc... En esta diferenciación incesante e infinita, distinguo se reitera continuamente a un nuevo nivel. En esto consiste el movimiento progresivo en un sentido absoluto, progreso... Este se realiza en el desarrollo convencional y consiste en la diferenciación continuamente infinita que no simplemente da un distinguo más determinado, sino que también consiste en sí en la elevación de las normas”1. En lo que concierne a la revuelta individual integral irracional, en la actualidad pueden servir de ejemplos de esto el arte contemporáneo, en particular el teatro, la ideología del anarcoliberalismo que se hace pasar por progreso e izquierdismo. De hecho, esta es parte de lo dominante, como hace cien años atrás, el consenso liberal-conservador (discurso) en el que el rol de conservadores-proteccionistas lo juegan los ortodoxos y estatalistas (V. Chaplin, M. Leotiev, E. Fedorov, E. Misulin, etc.) que hablan sobre tradiciones y moral, y los liberales-revoltosos, los activistas del arte contemporáneo, periodistas liberales y los “expertos” y funcionarios “ilustrados” que les son indulgentes (M. Guelman, K. Serebrennikov, K. Bogomolov, D. Dondurey, A. Arjanguelskij, S. Kapkov, V. Surkov). En este caso la contraposición en cuestión es ilusoria, expresada solo en palabras, pero de hecho ambos lados conviven pacíficamente y están prestos a considerarse mutuamente socios de pleno valor (ejemplo; V. Chaplin que invitó a su templo a una exposición del arte contemporáneo, y también A. Arjanguelskij que continuamente invita a ambos lados en su transmisión televisiva “Esos tiempos” para la reconciliación en el marco del consenso antes mencionado). El objetivo de todo es la interdicción de la revolución, abstracción de las contradicciones sociales y clasistas y la defensa del mercado. La revuelta anarcoliberal en todo esto es ese complemento obligatorio al capitalismo, como la oscuridad para la luz. Ya que, como escribió K. Marx, “solo el hurto puede aún salvar a la propiedad, el perjurio a la religión, el hijo bastardo a la familia, el desorden al orden”2. Justamente por eso M. Lifschitz llamó a esta revuelta de integral. Él escribió que la revuelta y la revolución no son uno y lo mismo, que lo progresivo por la forma puede conducir a la regresión por la esencia. Tras 1968 en Europa y en años recientes entre nosotros, la burguesía para preservar su predominio hizo la apuesta justamente sobre la base de esta revuelta presuntamente progresista. A propósito de esto M. Lifschitz escribió: “En nuestros días, no es posible negar la ausencia del elemento revoltoso en las ideologías más reaccionarias. Esta dislocación espiritual responde a cambios reales de las condiciones históricas. Al capitalismo actual con su nuevo burocratismo le acompaña en calidad de reverso no el simple juego de intereses parciales, sino la lucha ominosa por un lugar bajo el sol, la hipocresía moral ligeramente camuflada.”3 “En ligazón con estos cambios del capitalismo, su vieja ideología dominante se hundió en el caos de las representaciones irracionales. Los lugares principales en ésta lo ocuparon las ideas que antes pertenecían al anarquismo”4. Esa libertad que produjo esa revuelta es de hecho ilusoria. En realidad esta es solo el fantasma de la libertad. Esto podemos observarlo en el ejemplo de la Europa de hoy en la que es posible expresarte a sí mismo como quieras, dormir con quien quieras, pero con todo esto no es posible alterar la base del orden económico-social. Y la élite burguesa que domina acuerda que es mejor reconciliarse con la criminalidad, todo tipo de anarquía, solo no tiene que tocarse el “sagrado principio de la libertad” entendida como independencia de la persona privada de los intereses sociales. Allí la legitimidad de los políticos se basa en esto. Entre nosotros esa legitimidad se basa en aplastar esta revuelta. En todo esto, tanto allí como aquí el discurso oficial se presenta en derredor de los problemas de la moral, sin observar cuestiones socioeconómicas (es decir, la prohibición de la resolución del matrimonio del mismo sexo, cuestiones en relación a la religión, apariencia externa, en el mejor de los casos ecología, y no los mecanismos básicos de la economía capitalista y las normas sociales). 1 Lifschitz, Mij.: Chto takoie klassika?, Moscú, 2004, p. 87 [en ruso]. 2 Citado por Lifschitz, Mij.: El arte y la ideología, EDITHOR, Quito, 2018. 3 Lifschitz, Mij.: Obras Escogidas, tomo 3, Moscú, p. 250 [en ruso]. 4 Ídem, p. 250. |